A la sombra de las muchachas en flor – Marcel Proust

A la sombra de las muchachas en flor – Marcel Proust

Swann y Odette, como era de esperarse, dan paso a la historia que continúa en ‘A la sombra de las muchachas en flor‘. El narrador deja a un lado el interés por Gilberta, la hija de Swann, y se centra en una hermosa desconocida, Albertina, cuando la ve junto a otras muchachas en el balneario de Balbec. Habrá que ver en la continuación de ‘En busca del tiempo perdido‘, si es tan relevante todo lo que dedica Proust en este tomo a Albertina, como a la inmediata reminiscencia de si Forcheville se acostó o no con Odette y si no son más que pequeñas historias, despliegues narrativos seguramente necesarios, para después develar el verdadero sentido de la obra.

Aún me falta mucho para llegar a esto. No obstante, Proust cuela su pensamiento discretamente cuando dice: “La causa de que una obra genial difícilmente sea admirada en seguida es la de que quien la ha escrito es singular y pocos se le parecen. Su obra misma, al fecundar las pocas mentes capaces de comprenderla, es la que los hará crecer y multiplicarse”. La historia ha señalado hasta la saciedad que En busca del tiempo perdido fue rechazada en las primeras de cambio. Incluso André Gide, sí el propio Gide, lector de lujo de la editorial Gallimard, dijo al devolver el libro a su editor: “No puedo comprender que un señor pueda emplear treinta páginas para describir cómo da vueltas y más vueltas en su cama antes de encontrar el sueño”.

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