Los lobos de la causa – Luis Arturo Hernández
«la hidalga parentela vascongada de cristianos viejos se apalabró a Dios encabezando su filocteria patria —Jainkoa eta lagizarrak, “Dios y Fueros” (o Leyes Viejas), veterotestamentario legado idolatrado, en una lengua tan ancestral que “no data”, por lugareños pordioseros con la sangre limpia, que volvían por sus fueros y dispuestos a ganarlos ora por concesión, ora por secesión—, mientras la servidumbre de criados y aparceros, y la famélica legión de los sin pan, en la lengua ancilar o en romance —y poco importa la lengua cuando faltan dientes y qué llevarse a la boca—, se proclamaban cuerpo de guardia de corps del cadáver momificado de una Patria vasca convertida en único Absoluto, restauradores de la disecada Santa Tradición, apócrifos carlistas sin Dios ni Rey, y profanaban el Altar con el áspid enroscado a un cáliz de sangre purpúrea —beligerante caduceo de la atosigante farmacopea de una herejía de liberación terrenal de la patria chica— y despanzurraban el Trono de purpurina y carmesí astillándolo con el hacha de guerra del antepasado leñador, carlistas leninistas enfrentados al Imperio de la Ley, entregados a desbrozar el país de cualquiera que no abrazara la Causa, aunque fuera vascongado de nación —o del de fuera que no lo fuera de adopción—»
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