La creación máxima de Ovidio son las Metamorfosis, ordenada en quince libros de hexámetros dactílicos. El asunto, de tradición helenística, lo constituyen las descripciones de las transformaciones míticas, desde el caos original hasta la conversión en astro del César; el poema abunda en sucesos, episodios y personajes, unificados por el propósito del autor.
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Ancia – Blas de Otero
Tras unas obras primerizas, Otero publica Ángel fieramente humano (1950) y Redoble de conciencia (1951); luego, reunidos en un solo volumen, con 38 poemas más: Ancia (1958), ‘palabra’ formada por la primera sílaba del primer título y la última sílaba del segundo, con la que obtendría el Premio Fasternrath de la Real Academia Española en 1961.
Se trata de una poesía desarraigada, expresión del ‘yo’ con sus angustias existenciales. Es, ante todo, una poesía ‘metafísica’, es decir, dedicada a inquirir sobre el sentido del hombre y del mundo.
Contiene poemas religiosos, pero dirigidos a un Dios a la vez anhelado e incomprensible al que lanza súplicas sin obtener respuesta. Hay también poemas amorosos, impregnados de la misma sed de Absoluto. Y hay, en fin, un primer acercamiento al ‘nosotros’, a los sufrimientos de los demás hombres; así, en poemas como ‘Crecida‘, ‘Encuesta‘, ‘Canto primero‘…
Predominan en esta etapa las formas clásicas: Blas de Otero se revela, en particular, como espléndido sonetista. Ensaya también el verso libre. Su densidad estilística es ya asombrosa. Y se perciben, entre otras, las influencias de los Salmos, de Quevedo o de Unamuno.
Ancia fue un grito de alerta en medio de la desolación de ambas postguerras. Dámaso Alonso, en el estudio que en 1952 dedicó a estos libros dice: “Otero es quien con más lucidez que nadie ha expresado (…) los datos esenciales del desarraigo. De ahí es donde brota todo este canto frenético y a jirones.” Poesía del hombre frente a la muerte y el vacío, pero también poesía del amor y de la esperanza. “Escribo con el cuello llameante”, dice Blas de Otero en uno de los poemas de Ancia; pero también: “Me estás hiriendo con unas alas tan frágiles”, dirigido al recuerdo de una mujer. Blas de Otero cuida extraordinariamente la forma en su verso. En Ancia están muchos de sus sonetos más conocidos por su perfección. Sirva de homenaje a su memoria.
Senda hacia tierras hondas – Basho Matsuo
Senda hacia tierras hondas – Basho Matsuo
Senda hacia tierras hondas es la nueva versión española de la inmortal obra de Matsuo Bashō Oku no Hosomichi, traducida ahora del japonés por Antonio Cabezas.
Escrita a raíz de un viaje poético y espiritual de más de dos mil kilómetros a pie, por zonas apenas transitadas de su país, la obra sigue el modelo de la renga, alternando momentos de gran intensidad con otros más suaves y remansados. Corresponde a la etapa final de la vida de Bashō, tras su conversión al budismo Zen. Nacido en 1644 y muerto en 1694, a los cincuenta años, Matsuo Bashō es uno de los más grandes maestros de la literatura japonesa y universal, y algunos de sus haikus, entre ellos los incluidos en su Senda hacia tierras hondas, se cuentan entre los más hermosos jamás escritos.
Las flores del mal – Charles Baudelaire
Las flores del mal – Charles Baudelaire
Envuelta en escándalo en el momento de su aparición (la primera edición, en 1857, padeció la supresión de los seis célebres poemas condenados por el Tribunal Correccional de París), Las flores del mal inauguró una poética innovadora que se traduce en la búsqueda de la musicalidad del poema, en la audacia de la imagen y en el famoso sistema de «correspondencias» que habría de dar origen al movimiento simbolista. Desgarrada entre la sensualidad y el espiritualismo, entre la atracción de la belleza y el poder del mal, la poesía de Charles Baudelaire (1821-1867) -trasladada de forma exquisita al castellano por Carmen Morales y Claude Dubois- se enraiza en la soledad del hombre contemporáneo.
Hojas de hierba – Walt Whitman
Hojas de hierba – Walt Whitman
Camarada, esto no es un libro; quien toca esto toca a un hombre. Así define Walt Whitman (1819-1892) una obra que construyó a lo largo de casi cuarenta años. Fruto de una época y de un lugar -la Norteamérica del siglo XIX-, este gran poema épico nace y crece con la intención de definir al hombre y a la nación americana frente al dominio cultural anglosajón.
Su polémica ruptura, formal y conceptual, con el canon poético tradicional fue tal, que se dice que toda la poesía norteamericana posterior es un continuo diálogo con Whitman; incluso buena parte de la poesía occidental, desde el español García Lorca hasta el caribeño Walcott, bebe de esta fuente de inspiración.