El no tan salvaje oeste – Terry L. Anderson y
P. J. Hill

El Oeste no era tan salvaje como la leyenda nos ha hecho creer. El mercado ofrecía protección y agencias de arbitraje que funcionaban con bastante eficacia, y que sustituían al gobierno total o parcialmente` Terry L. Anderson y P. J. Hill

Más de una vez hemos visto en la gran pantalla como una turba enfurecida de vecinos asaltaba la prisión de un pueblo americano en el lejano oeste para intentar sacar por la fuerza a un reo con el propósito de ahorcarlo. Frases como `¡Hagámosle un juicio justo y después colguémoslo!` o del estilo, han sido tan protagonistas no sólo en los westerns sino también en las novelas y ensayos de la misma temática, que poco a poco han ido creando un mito sobre la extrema violencia de una sociedad debido a la ausencia de instituciones gubernamentales. Si a ello le unimos algunos episodios violentos dignos de reproducir en la gran pantalla o en los circos (a pesar de que no representaban las características generales de la sociedad del Oeste americano) solo se estará incrementando el mito de la anarquía como desorden violento y caos social.

La rapidez con la que se extendían los ganaderos, agricultores o mineros a los territorios del Oeste era mucho mayor que la del sistema gubernamental americano. Y sin embargo, la producción y ejecución de leyes se llevaba a cabo por parte de los particulares. Las leyes privadas se aplicaron a través de los land clubs (o clubes de propietarios de tierras), las asociaciones de ganaderos, las caravanas que tantas veces hemos vistos en películas atravesar las praderas de los desconocido, o las empresas y explotaciones mineras que se asentaban en las tierras californianas en busca de oro.

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